La ética no se compra (y las reseñas tampoco)

La ética no se compra (y las reseñas tampoco)

Hace unos días recibí un mensaje por LinkedIn que, aunque breve, me dejó pensando por horas. Un desconocido me ofrecía la “oportunidad” de comprar reseñas falsas para el perfil de Google My Business de mi consultorio. “Son reviews positivas, de cinco estrellas”, decía, como si me estuviera ofreciendo un descuento en material odontológico. Me quedé mirando la pantalla con una mezcla de incredulidad y molestia.

¿En qué momento se volvió normal vender una reputación? ¿Y cuánto daño puede hacerle esto a alguien que confía en esa mentira? Me inquietó más de lo que esperaba, no solo por lo absurdo de la propuesta, sino también porque revela un problema profundo en el sector que debemos combatir.

La confianza en nuestro trabajo lo es todo

Cuando una reseña deja de ser el reflejo genuino de una experiencia para convertirse en un producto negociable, todo el sistema se corrompe. La reputación de un profesional o empresa debería ser el resultado de años de trabajo, empatía, dedicación, aprendizaje y mejora continua, no una transacción comercial.

Hay quienes lo ven como una estrategia más de marketing y no estoy de acuerdo. Cuando hablamos de salud, el marketing no puede pasar por encima de la ética. Nuestro trabajo no se trata de vender más, sino de cuidar mejor. Y eso debe incluir el cuidar lo que nuestros pacientes creen de nosotros.

Pero no es solo el tema de las reseñas. Con el crecimiento vertiginoso de la inteligencia artificial (que es una herramienta magnífica en algunos casos), estamos ante una nueva amenaza silenciosa: la producción masiva de contenido fraudulento, muchas veces vinculado a servicios de salud. Cada día se crean miles de blogs, publicaciones, videos y hasta reseñas con palabras elegidas estratégicamente para posicionar en buscadores en lugar de informar con datos respaldados científicamente.

Mucha de esta información parece confiable. Tiene buena redacción, referencias que suenan reales y tienen una imagen profesional que tranquiliza. Si fuera una paciente, probablemente caería en el engaño. Pero, como endodoncista, sé que detrás no hay evidencia clínica, ni experiencia médica, ni ética profesional. Solo hay una máquina generando texto o, peor aún, una persona dispuesta a engañar con tal de vender algo.

¿Qué pasa cuando las decisiones se basan en mentiras?

Todo esto que menciono pone en riesgo a los pacientes de maneras que no siempre son visibles. Una persona que lee una “recomendación” de un tratamiento milagroso o que elige a un profesional porque tiene 150 reseñas generadas por bots no está tomando una decisión informada, está tomando una decisión manipulada.

Y en salud, esas decisiones tienen consecuencias reales. Pueden llevar a un diagnóstico tardío, a un tratamiento innecesario o incluso a complicaciones severas. El daño es silencioso hasta que se hace difícil ignorarlo.

Como profesionales, cada vez que estemos buscando información para actualizarnos necesitamos detenernos un momento, respirar y preguntarnos ¿qué estoy leyendo?, ¿quién lo escribió?, ¿hay evidencia detrás de esta afirmación?, ¿es una fuente confiable? La inmediatez con la que consumimos información no debería sustituir el juicio crítico.

Educar también es parte del tratamiento

A lo anterior quiero sumarle que tenemos la responsabilidad de educar a nuestros pacientes. A veces, una simple recomendación de sitios reconocidos para leer más sobre un tema puede tener un impacto enorme. Es una manera de empoderarlos sin abandonarlos a la deriva de lo que arroje un buscador.

Recordemos que orientarlos con empatía, sin condescendencia, crea una relación con ellos que es más sólida, más humana y, sobre todo, más segura. Porque cuando un paciente comprende el tratamiento, colabora con él. Y cuando un paciente colabora, los resultados mejoran.

No voy a comprar reseñas falsas y me comprometo a ser una voz clara, honesta y humana para mis pacientes porque creo que, en un mundo donde se puede fabricar casi cualquier cosa, la ética sigue siendo una elección. Elijo el camino más difícil, pero el único que me permite dormir tranquila y mirar a los ojos con sinceridad a quienes confían en mí.

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